Nido de pájaros
Entre la escritura
y la inscripción, entre el ícono y el objeto, entre el plano y el collage,
entre la fotografía y el video, el proyecto Desarraigo
es una propuesta artística que invita al desplazamiento. Su dinámica es la de
un recorrido entre diferentes textos que se intersectan en el mismo espacio
imaginario. Aunque también puede pensarse como un pasaje entre diferentes
espacios simbólicos que se intersectan en el mismo texto.
Esta relación
entre texto y símbolo me recuerda la distinción que hacía Lotman: el símbolo
viene de la memoria al texto, la reminiscencia va del texto a la memoria. En
este proyecto encuentro un devaneo similar entre el relato escrito y las
fotografías: el primero parece provenir de la memoria para constituirse en texto;
las fotos parecen provenir del texto
para inscribirse en la memoria.
Una síntesis de
estos desplazamientos –útil incluso para una didáctica de la transtextualidad-
es la intervención, con fotografías y documentos escritos, de un antiguo libro
de arquitectura campestre. En Small
Country Houses, el collage convierte el libro en un dispositivo
multifuncional; en parte álbum de fotografías, en parte archivo histórico, en
parte diario personal, todo ello infiltrado en el discurso original sobre la
construcción y restauración de casas. Si este me parece el mejor destino para
las fotografías del proyecto Desarraigo,
es no sólo por lo que tiene de estético, y de gestual incluso, este
entrecruzamiento de planos temporales, sino porque el tema de las fotos parece
reclamar un espacio de intimidad y un tono quedo, una modestia en la
presentación y una cercanía afable al cuerpo del espectador.
Por otra parte,
toda la coherencia narrativa y simbólica del proyecto tiene que ver con la
casa, en tanto tiene que ver con la violenta cercanía entre interior y
exterior, entre la Historia y la biografía o entre la libertad y el abandono.
En tal sentido, Small Country Houses
debe ser leído desde una diversidad de claves, algunas más explícitas que
otras, o digamos, algunas más privadas que otras, que se complementan con las
referencias del cuento.
El cuento es el
relato de una pérdida de la inocencia y de un aprendizaje solitario. Como tal,
está lleno de momentos iniciáticos. La muerte de la abuela es uno de esos
momentos (toda emancipación reclama la presencia de un cadáver). Pero no era
suficiente. La abuela murió de manera natural, casi inadvertida. Su muerte no
confirma la voluntad ni la necesidad de nadie. Hacía falta un sacrificio. Como
en cualquier sacrificio, hay algo simbólico en la muerte de la gallina, pero en
última instancia de lo que se trataba era de comer. La torpeza y la falta de
práctica pueden haber aportado un poco de crueldad innecesaria, pero
inevitable. Otro poco de crueldad proviene de la naturaleza infantil, cuando
todavía el dolor del otro no es un tabú, sino una experiencia fascinante.
La muerte y la
libertad son dos lados de la misma promesa, implícita en el gesto de liberar a
los canarios. Lo que relaciona a los
canarios con los niños es que ambos deben rebatir la presunción paterna de que
no pueden sobrevivir en libertad. A diferencia de los canarios, los niños sólo
podrán lograrlo mediante una dolorosa metamorfosis.
Digo
“metamorfosis” y pienso en algo que afecta al cuerpo, dejándolo aparentemente intacto,
pero señalado; es decir, diferente. Probablemente así haya que ver a las
fotografías en este proyecto: como lo que viene a dejar constancia de la
diferencia.
Toda emancipación
conlleva un pasaje por el abandono. El lado oculto de la libertad tiene tanto
de renuncia como de pérdida. La rebelión triunfante busca eternizarse en su
propia celebración, pero esa fiesta infinita es también una ceremonia luctuosa.
Las conmemoraciones son rituales para exorcizar recuerdos. Lo irrevocable deja
siempre un rastro de fantasmagorías.
Juan Antonio
Molina Cuesta
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