viernes, 19 de abril de 2013


Nido de pájaros

Entre la escritura y la inscripción, entre el ícono y el objeto, entre el plano y el collage, entre la fotografía y el video, el proyecto Desarraigo es una propuesta artística que invita al desplazamiento. Su dinámica es la de un recorrido entre diferentes textos que se intersectan en el mismo espacio imaginario. Aunque también puede pensarse como un pasaje entre diferentes espacios simbólicos que se intersectan en el mismo texto.


Esta relación entre texto y símbolo me recuerda la distinción que hacía Lotman: el símbolo viene de la memoria al texto, la reminiscencia va del texto a la memoria. En este proyecto encuentro un devaneo similar entre el relato escrito y las fotografías: el primero parece provenir de la memoria para constituirse en texto; las fotos parecen provenir  del texto para inscribirse en la memoria.


Una síntesis de estos desplazamientos –útil incluso para una didáctica de la transtextualidad- es la intervención, con fotografías y documentos escritos, de un antiguo libro de arquitectura campestre. En Small Country Houses, el collage convierte el libro en un dispositivo multifuncional; en parte álbum de fotografías, en parte archivo histórico, en parte diario personal, todo ello infiltrado en el discurso original sobre la construcción y restauración de casas. Si este me parece el mejor destino para las fotografías del proyecto Desarraigo, es no sólo por lo que tiene de estético, y de gestual incluso, este entrecruzamiento de planos temporales, sino porque el tema de las fotos parece reclamar un espacio de intimidad y un tono quedo, una modestia en la presentación y una cercanía afable al cuerpo del espectador.



Por otra parte, toda la coherencia narrativa y simbólica del proyecto tiene que ver con la casa, en tanto tiene que ver con la violenta cercanía entre interior y exterior, entre la Historia y la biografía o entre la libertad y el abandono. En tal sentido, Small Country Houses debe ser leído desde una diversidad de claves, algunas más explícitas que otras, o digamos, algunas más privadas que otras, que se complementan con las referencias del cuento.

El cuento es el relato de una pérdida de la inocencia y de un aprendizaje solitario. Como tal, está lleno de momentos iniciáticos. La muerte de la abuela es uno de esos momentos (toda emancipación reclama la presencia de un cadáver). Pero no era suficiente. La abuela murió de manera natural, casi inadvertida. Su muerte no confirma la voluntad ni la necesidad de nadie. Hacía falta un sacrificio. Como en cualquier sacrificio, hay algo simbólico en la muerte de la gallina, pero en última instancia de lo que se trataba era de comer. La torpeza y la falta de práctica pueden haber aportado un poco de crueldad innecesaria, pero inevitable. Otro poco de crueldad proviene de la naturaleza infantil, cuando todavía el dolor del otro no es un tabú, sino una experiencia fascinante.


La muerte y la libertad son dos lados de la misma promesa, implícita en el gesto de liberar a los canarios.  Lo que relaciona a los canarios con los niños es que ambos deben rebatir la presunción paterna de que no pueden sobrevivir en libertad. A diferencia de los canarios, los niños sólo podrán lograrlo mediante una dolorosa metamorfosis.
Digo “metamorfosis” y pienso en algo que afecta al cuerpo, dejándolo aparentemente intacto, pero señalado; es decir, diferente. Probablemente así haya que ver a las fotografías en este proyecto: como lo que viene a dejar constancia de la diferencia.



Toda emancipación conlleva un pasaje por el abandono. El lado oculto de la libertad tiene tanto de renuncia como de pérdida. La rebelión triunfante busca eternizarse en su propia celebración, pero esa fiesta infinita es también una ceremonia luctuosa. Las conmemoraciones son rituales para exorcizar recuerdos. Lo irrevocable deja siempre un rastro de fantasmagorías.

Juan Antonio Molina Cuesta

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